Crítica de «El reino del planeta de los simios»

El reino del planeta de los simios, (Kingdom of the Planet of the Apes, 2024) dirigida por Wes Ball es la cuarta entrega de la franquicia desde su reinicio en 2011 con El origen del planeta de los simios (Rise of the Planet of the Apes, Rupert Wyatt, 2011) y la décima película en total de la saga si contamos las clásicas de los 60-70.

Noa (Owen Teague) protagonista de la película con su águila de caza

En esta nueva entrega, de nuevo se emplea la tecnología de captura de movimiento que permitió en las anteriores que los simios fueran interpretados por actores en sus trajes que obtenían toda la información de sus gestos y movimientos para, después, aplicarlos a un modelo digital de los mismos. Esta tecnología, utilizada por primera vez para crear el personaje de Gollum, interpretado por Andy Serkis en la trilogía de El Señor de los Anillos (2001-2003), fue escogida para el reinicio de 2011 y mejorada por el propio Serkis (quien en las tres entregas previas interpretaba al simio protagonista, César, y que en esta ha prestado su ayuda como consultor) para poder rodar con ella en localizaciones exteriores reales.

Los simios han sido creados por medio de las interpretaciones de los actores capturadas con la tecnología de Mo-Cap en localizaciones reales

Para esta historia, en cambio, el personaje de César, si bien es importante por la leyenda que se ha creado en torno a su figura en la sociedad simia, no aparece ya que la historia se desarrolla muchas generaciones después de su fallecimiento y el protagonista es Noa (Owen Teague) quien, tras el ataque y aprisionamiento de su tribu provocado por la aparición de una humana, Nova/Mae (Freya Allan), deberá recorrer el mundo para encontrar a su gente y devolverles a casa. Aunque este viaje acaba siendo mucho más que un viaje de rescate, pues sus interacciones con Nova/Mae, con el sabio orangután Raka (Peter Macon) y con el endiosado villano que es Proximus César (Kevin Durand), van a forzarle a cambiar sus perspectivas en torno a todo lo que él creía haber aprendido sobre el mundo.

Noa (Owen Teague) en una de esas conversaciones con Raka (Peter Macon) que le hacen cambiar sus perspectivas

Como viene siendo habitual, esta película del Planeta de los Simios es una nueva muestra de ciencia ficción seria en la que se plantean problemas sociales y morales en torno a conceptos ficticios. En este caso concreto, la trama gira en torno a tres puntos muy importantes: las transformaciones de los mensajes de las grandes figuras del pasado que se llevan a cabo para beneficio propio; los problemas que se producen al tratar como a un dios todopoderoso e infalible a un líder; y el gran salto que puede suponer para una sociedad el otorgarle tecnología muy avanzada sin que hayan recorrido los pasos previos de experimentación y desarrollo necesarios para comprenderla (este último es un mensaje relativamente similar al que trataba la primera entrega de Parque Jurásico en 1993 aunque con un enfoque algo distinto).

Proximus César (Kevin Durand) es el principal ejemplo de figura endiosada que, además, transforma el mensaje del César original

Pero, obviamente, estos mensajes no se introducen en la historia de forma abrupta o molesta, sino que simplemente están ahí en la trama para que el espectador avispado pueda extraer el mensaje de ella sin que para hacerlo la historia se vuelva aburrida o lenta. Todo lo contrario, la trama es bastante rápida y, en cuanto comienza el viaje de Noa, el ritmo se vuelve bastante rápido combinando momentos en los que se desarrolla cómo es ese mundo dominado por los simios, con escenas de acción que recuerdan más que nunca a las entregas originales de la saga ya que, por primera vez en este reinicio que empezó en 2011, estamos en un mundo más salvaje y similar al de la película protagonizada por Charlton Heston (El planeta de los simios, 1968).

Los humanos se han convertido en animales con escasa capacidad intelectual a los que los simios cazan como ya hacían en la película original

A todo lo anteriormente mencionado, desde el increíble empleo de la tecnología de captura de movimiento en el que se mejora lo hecho en cualquier entrega de Avatar al llevar a los actores con sus trajes a localizaciones exteriores en lugar de rodar en estudio, hasta el guion tan bien conectado que combina desarrollo de personajes y trama con detalles del universo que los rodea, hay que sumarle la brillante utilización de la música y el sonido.

De izquierda a derecha: Noa (Owen Teague) acompañado de Nova/Mae (Freya Allan) y Raka (Peter Macon)

La experiencia de ver la película en IMAX con los altavoces tan potentes que tiene esa sala es fantástica, pero también lo fue en un cine más modesto, ya que lo interesante de esta entrega es que, por primera vez, los efectos de sonido y la banda sonora propios de la película original parecen haber pasado por el filtro de la mejor tecnología de sonido actual para ofrecernos una mezcla que a los aficionados de la saga les encantará.

Nova/Mae (Freya Allan) en una escena en la que los simios cazan a humanos que representa perfectamente esa mezcla de sonidos y música de la película clásica con tecnología de sonido actual

Si acaso, la única pega que se le puede poner a esta película (pero también a demasiadas otras películas de los últimos diez años) es la tendencia a emplear un diafragma excesivamente abierto, es decir, a tener los fondos desenfocados en exceso de modo que sólo se ve nítido uno de los dos ojos de los personajes en muchos planos.

Esto supone un problema pues la escasa nitidez generalizada de la imagen llega a hacer dudar al espectador de si la película está siendo proyectada a baja resolución (les pasó a quienes me acompañaron a la sala IMAX, lo cual nunca ocurre en ese tipo de salas por el estándar de calidad de sus proyectores) y, además, apenas permite disfrutar de pasear la vista por la imagen y absorber todos los ambientes, localizaciones y espacios que tanto trabajo han supuesto tanto para el equipo de diseño de producción como para los artistas de efectos especiales. Pero, lamentablemente, este es un mal del que adolecen multitud de películas de los últimos años, en muchas ocasiones por ocultar efectos por ordenador sin terminar o de mala calidad en los fondos, lo cual no es lo que ocurre en este caso, ya que se percibe que es más bien fruto de seguir la tendencia actual.

Este plano con tres personajes es un ejemplo en el que sólo aparece enfocado a uno de ellos y apenas queda claro si lo que está enfocado son los ojos del personaje más cercano a cámara o la pieza de tela que va a coger

En resumen, El reino del planeta de los simios es una muy buena entrega de la saga que, si bien no es tan buena como la entrega anterior (era difícil superar a La guerra del planeta de los simios pues carecía de pegas), es una película fascinante que merece la pena ver en pantalla grande.

El reino del planeta de los simios está disponible en cines.

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