Crítica de Padre no hay más que uno 4: Campanas de boda

De nuevo nos encontramos con una película familiar de Santiago Segura. Padre no hay más que uno 4 sigue el ritmo de sus otras tres predecesoras. Por lo tanto, tendrás alguna que otra risa asegurada que podrás compartir con toda la familia y amigos (o enemigos).

Santiago Segura ha asegurado que no piensa parar de rodar estas películas hasta que el público le frene, y según he visto en la sala hoy, el público se lo pasa pipa viéndolas y no piensan frenarle, así que tendremos películas familiares para rato.

Como en toda saga que seguimos, conocemos a los personajes y nos encariñamos con ellos. En esta película, los niños cada vez son más mayores y comienzan a tener problemas típicos de su edad; que si el primer novio, los suegros, los celos entre hermanos, las dudas existenciales… Pero lo más importante es que Sara (Martina D’Antiochia), la mayor, ya ha cumplido 18 años y no la pueden controlar porque es legalmente adulta. Así que ante la noticia de su boda con Ocho (Diego Arroba) todo comienza a movilizarse.

Por otra parte, Rocío (Luna Fulgencio) sigue en sus trece de convertirse en famosa de una forma u otra, y esta vez parece ser que le va mucho mejor, para el desagrado de sus padres. La imagen del representante de Rocío aporta bastante a la película ya que lo interpreta Antonio Resines, que siempre es un placer verle.

Adultos, jóvenes, adolescentes y niños se verán enfrascados en situaciones que harán que todo se vaya un poco de madre.

En mi opinión, la película sigue el ritmo de las otras tres pero con algo de mejoría respecto a la tercera parte que me pareció más floja. Es entretenida y divertida, te vas a reír y es casi imposible aburrirte viéndola. De cara al final quizás plantea una resolución precipitada, de la que esperas algo más.

¿La recomiendo? Bueno, si te gustan las otras tres, sí. Es una película para echar el rato sin pensar en mucho más.

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